El jabalí, antepasado de nuestro cerdo doméstico, es uno de los mamíferos europeos más extendidos. Pese a su fiera reputación y tamaño (en Rusia y Rumania se han encontrado ejemplares de 350 kg), suelen ser animales tímidos, pacíficos, muy sociales, adaptables e inteligentes. De forma paulatina han hallado de nuevo su lugar en zonas donde no se habían visto durante generaciones, en algunos casos desde hace siglos. Extinguidos en Gran Bretaña desde el siglo XIII y en Escandinavia desde el XVIII, los jabalíes se están reintroduciendo en ambos territorios. Una vez en su hábitat pueden multiplicarse a gran velocidad. Desde la década de 1940 la población se ha incrementado notablemente. En la actualidad, los cazadores europeos pueden disparar a más de dos millones de jabalíes al año. No obstante, no todo el mundo está satisfecho con su resurgimiento. Los jardineros y granjeros en particular son conscientes de que una familia de jabalíes puede arruinar años de esfuerzos de la noche a la mañana. Pero, por otro lado, los jabalíes son muy útiles para los propietarios forestales ya que contribuyen a controlar las plagas (sobre todo de escarabajos descortezadores), y con su gran habilidad para escarbar y resoplar favorecen la regeneración del bosque.
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